miércoles, 11 de mayo de 2011
Clara en la habitación
martes, 10 de mayo de 2011
Mi cumpleaños!
sábado, 9 de mayo de 2009
De lo anterior concluyo varias cosas:
1. Si a Angelina, que es la viaja mas buena de Hollywood le ponen los cachos, las demás no podemos esperar nada.
2. Si un man tan bueno como Brad, me pusiera atención, no me importaría que me pusiera cachos y no lo dejaría por eso.
3. Si yo hubiera sido la niñera, también habría arriesgado mi trabajo por un masaje.
4. Si yo fuera Angelina… lo perdonaría, lo perdonaría, lo perdonaría!!!
5. Si yo fuera Jennifer, seguiría siendo tan centrada como ella para poder seguir saliendo con mis ex (sobre todo con los que estén así de churros)
6. El plan “alquiler de niños” suena bastante interesante. Un día decides que tener un niño es lindo, lo llevas a vivir a tu casa, lo dejas todo el día con la niñera, y si de repente te da un ataque maternal, tienes con quien desahogarlo. Genial! Adoptaré esa idea de adoptar niños y dejarlos con una niñera, eso sí, que no esté buena.
Mi problema es que no quiero problemas. Eso reduce considerablemente mis posibilidades de éxito. Quisiera que todo fuera fácil y no tener que esforzarme demasiado para ser exitosa. Obviamente el primer punto me anula el segundo. Claro a mí. No es una regla general, pero aplica para algunos tercermundistas como yo, que nacimos en el país del sagrado corazón donde todo se lucha y todo se sufre, y como yo no quiero ni luchar ni sufrir, sino que todo me caiga como del cielo, el encuentro con lo que sería mi vida perfecta resulta improbable. Ahora he aquí la gran contradicción; Yo quisiera ser mas inteligente, tener mas dinero, ser mas bonita y estar perdidamente enamorada de algún chico super guapo que este perdidamente enamorado de mí, pero no quiero esforzarme para tener todo eso. Si no me esfuerzo no tendré todo lo que quiero para que mi vida sea perfecta, pero si me esfuerzo, mi vida no sería perfecta porque estaría esforzándome. ¿Y ahora?
jueves, 31 de julio de 2008
¿Sube? y Baja

El sube y baja no se detiene y yo prefiero cerrar los ojos para no saber cuantas veces sube o baja o espera. Pero siempre que baja deja una huella en el suelo y cuando sube puedo sentir el aire fresco en mi rostro. Un día cualquiera la curiosidad me invade obligándome a ver las marcas en el suelo y descubro con asombro que hay más de las que me imaginaba. No he sentido el aire tantas veces como huellas veo en el piso. Parece que hubiera bajado más veces de las que he estado arriba aunque esto no debería posible. Creo que empiezo a olvidar como caer de pie así que me golpeo una y otra vez, cada vez con más fuerza. Tengo la esperanza de rebotar y regresar al aire alguna vez. ¿Por qué si todo lo que sube tiene que caer, tolo lo que cae no tiene que subir? Intento restarle importancia a mi propio juego y vuelvo a cerrar los ojos tratando de convencerme de que no me importa en que parte me encuentro. Solo ocasionalmente los abro y lo extraño es que siempre lo hago cuando estoy abajo. No he podido saber como se ve el mundo desde arriba.
miércoles, 25 de junio de 2008
Medellín-Bogotá
Deben ser menos de la las diez de la noche. Inusualmente temprano para uno de mis viajes por tierra Medellín-Bogotá. Compro el tiquete a una empresa por la que no acostumbro viajar debido a su costo, pero esta vez, las otras han subido y esta ha bajado quedando todas al mismo precio. El horario de esta me favorece. Mi llegada temprano al terminal se debe a que un par de amigos me acompañarían, siempre y cuando fuera a esta hora. El tiquete que me vendieron es el de más adelante. Nunca me ha atraído ese puesto, aunque ahora encuentro muchas ventajas en el, por ejemplo, que no habrá quien recueste su asiento sobre mí, a demás yo podré estirar mis piernas lo que me plazca. Al subir al bus descubro con agrado a un hombre sentado en la ventana al lado del que sería mi lugar. Siempre he preferido la ventana. Me tomo la molestia de confirmar que él esté sentado en el lugar correcto. Mi boleto dice puesto tres. El aviso dice: 3P 4V. En efecto me toca el pasillo y a él la ventana. Al final no me incomoda tanto. Él me agrada. Tiene pelo largo y brazos y piernas peludos. Esta descalzo con sus pies sobre el vidrio que separa la cabina del conductor con los puestos de pasajeros. Ni sus pies ni sus manos son grandes. No debe ser muy alto. Me gustaría que lo fuera. Tengo algo de equipaje de mano. Lo pongo arriba al lado una guitarra que evidentemente es de él. Me ha mirado. Noto que también a él le grada que sea yo quien vaya sentada a su lado. Un momento después entra una vendedora ambulante. Me pone un paquete de papas fritas en las rodillas. Reacciono con sorpresa. La vendedora se excusa. Él se ríe. Yo sonrío. Lo miro en el reflejo del vidrio. Imagino que también él me mira. La vendedora se va y se lleva el paquete. El bus arranca. Han puesto una película. Afortunadamente no me interesa verla porque desde mi puesto resulta bastante incómodo mirar la pantalla. Trato de dormir. Es difícil. Me empieza a doler la cabeza. Me arrepiento de no haber traído analgésicos ni agua a la mano. El volumen de la película está bastante fuerte. Por fin se acaba. He girado mi cabeza hacia la ventana tratando de estar más cómoda. Un momento después él se gira hacia mí. Actúa como si estuviera dormido pero no lo está. Casi recuesta su cabeza sobre la mía. Tengo su pelo en mi cara. Intento olvidar mi dolor de cabeza y por momentos lo logro. Agarro fuerte mi pierna para comprobar que no puedo tener dos dolores a la vez. Mientras maltrate otra parte de mi cuerpo, no me dolerá la cabeza. Siento la mano de él tocar mi brazo. Deslizo mi mano hasta la suya. Entonces él la toma y la acaricia. Yo me quedo quieta un momento, luego también acaricio su mano. Unos minutos más tarde mi espalda sufre en esa posición. Quiero sentarme derecha, pero no quiero soltarle la mano. Me aguanto un poco más. Después decido que prefiero estar cómoda así tenga que soltarlo. Me ubico de frente nuevamente. Él se queda con mi mano izquierda, que pasa por encima de mi cuerpo un momento más. Después la suelta. Ahora se recuesta hacia la ventana. Duermo por ratos. A veces es muy intenso el dolor de cabeza. Tengo mareo. Me siento en verdad mal. Vuelvo a dormir y a despertar. El viaje no ha estado tan largo como lo he sentido. Llegamos al terminal y aún falta casi media hora para que sean las seis de la mañana. Mi compañero de puesto está dormido. No quiero despertarlo. Espero que despierte solo, de lo contrarío me sentiré en la obligación de despertarlo. Mientras bajo mi equipaje de mano él despierta. Me alivia que lo haga. No lo miro a los ojos. Imagino que tampoco él a mí, aunque evito su mirada así que no puedo comprobarlo. Bajo del bus y espero mi maleta. Por la ventana lo veo bajar la guitarra. Cuando sale del bus, compruebo que es de baja estatura y descubro que su pelo es más corto de lo que parecía cuando estaba sentado. He perdido cualquier interés. Supongo que él también. Coge su maleta y se va. Lo pierdo de vista. No me ha dicho una sola palabra en ningún momento. Llamo para que me recojan. No me he preocupado por conocer su voz. Es como si nunca hubiéramos juntado nuestras manos, pero sé que él tampoco lo olvida. Llegan a recogerme. No lo veo más.
domingo, 15 de junio de 2008
Todo un tema
Pero yo sigo pegada a mi parte de realidad, a mi personaje en el cuento. Me cuesta trabajo innovar, arriesgarme. Hace un par de semanas, cuando mi hermana y yo tomábamos en un restaurante un delicioso yogurt de maracuyá y fresa (que por cierto me lo había dado a probar mi hermano meses antes, y que yo con mi cara de incredulidad frente a tal revuelto finalmente había accedido a tomar) le comentaba a ella la admiración que profeso a la gente arriesgada, pues yo jamás habría mezclado tales frutas, de hecho, ni siquiera habría tenido el valor de probarlas de no ser por mi hermano, y hay que ver del manjar del que me habría privado!
Yo mientras tanto sigo buscando un tema para escribir y preguntándome si en realidad es posible que a Ortuño su padre le rentara un puta cuando tenía nueve años, o si era cierto que la tía de Cortázar tenía miedo de caerse de espaldas.