miércoles, 11 de mayo de 2011

Clara en la habitación

A primera vista resulta difícil saber el tamaño de la habitación de clara, así como la forma que tiene o el color de las paredes. Esto se debe a que durante muchos años ella ha guardado ahí cada objeto que ha recibido de regalo, sin importar de quien venga ni si a ella le gusta o si le sirve para algo. Los amigos de Clara se sienten muy felices al saber que cuando le regalan algo ella lo conservará para siempre, así que en cada ocasión que encuentran, con el mínimo motivo, le regalan alguna cosa más. La tarea de Clara entonces consiste en clasificar y ordenar cada uno de estos objetos, encontrándoles el puesto más adecuado posible en el poco espacio libre que aún tenga y una vez el objeto ha encontrado su lugar, no deberá ser movido de él nunca. Para tan dispendiosa labor Clara cuenta con un pequeño computador portátil, que se ubica sobre una pequeña mesa cuadrada en todo el centro de la habitación, al lado de su pequeña cama. (En un caso como este, es necesario tener todo del menor tamaño posible, y de esta forma tener espacio para más cosas). En el computador clasifica los objetos por color, forma, tamaño y posible utilidad, y les asigna su lugar dentro de la habitación. Todas las paredes se encuentran escondidas tras montones de cosas, una sobre otra. Incluso la ventana, que Clara se esforzó por mantener libre, ha quedado clausurada de forma permanente hace ya un par de años. Al principio solo le asignaba pequeñas cosas; una foto en la esquinita, una muñeca sentada sobre el marco, unos chocolates ahí mismo… luego un nuevo estante para libros que cubría solo una parte, hasta que después encima del estante tuvo que poner una cosa tras otra, ubicadas con una habilidad y un equilibro asombrosas. Zapatos que soportan un perro de porcelana, que a su vez soporta unos collares y una cartuchera, y esta última a su vez soporta la bufandas, que a la vez soportan un balón, que su vez soporta un juego de ajedrez y este último queda a presión entre el balón y el techo, de tal forma que fuerza de fricción, toda la torre queda inamovible, y así Clara ya no se preocupa de que aquello llegase a caerse. Sin embargo las preocupaciones llegan por otro lado. La madre de Clara ha decidido vender la casa y mudarse a una de mayor tamaño. Clara no protesta porque sabe lo mucho que le convendría un espacio más amplio, sin embargo no deja de inquietarse al imaginar todo lo que deberá trasladar y orden nuevamente. Afortunadamente tiene un pequeño computador en el que ha clasificado todo por color, forma, tamaño y posible utilidad; para que no se le pierda nada.

martes, 10 de mayo de 2011

Mi cumpleaños!

Pronto será mi cumpleaños. Yo no lo sabía hasta esta mañana que mi hermana me lo dijo. Detrás de la puerta de nuestra habitación hay un calendario muy grande en el que ella marca las fechas importantes. Sobre él me señaló un número, me dijo que falta poco y que cuando llegue ese día, haremos un circulito sobre el número y así sabremos que ha llegado la fecha. Supongo que voy a cumplir tres o cuatro años porque es la primera vez que tengo un recuerdo de este tipo. Además porque aún no voy al colegio, así que sé que soy muy chica. Ahora que lo pienso con más calma estoy casi segura que cumpliré tres y no cuatro años, porque mi hermano menor nacerá cuando yo tenga tres años y medio, así que si fuera a cumplir cuatro, mi hermano ya existiría y yo no lo veo por acá. Mis dos hermanas mayores se han ido al colegio. No me acuerdo donde está mamá. En todo caso estoy sola con papá en casa. No tengo mucho que hacer y pienso en mi cumpleaños. Creo que será divertido. Ya quiero cumplir años. Creo que hoy es un buen día para cumplir años, finalmente no tengo nada mejor que hacer un día como hoy que cumplir años, así que voy a la habitación, busco un marcador y dibujo un circulito sobre el número que mi hermana me mostró. Ella me dijo que cuando hiciéramos el circulito, sería mi cumpleaños y yo ya lo hice, así que supongo que es hoy mismo. He ido a decirle a papá que hoy es mi cumpleaños y me ha preguntado si estoy segura. Claro que estoy segura que es hoy, si yo misma hice el circulito. En este momento no recuerdo si tuve que mostrárselo, o si se convenció simplemente cuando le dije sí estaba segura. En todo caso, ahora él está haciendo algunas llamadas telefónicas invitando a sus amigos a mi celebración. Mientras tanto yo me estoy alistando para salir con él a comprar las cosas que necesitamos. Ahora mamá está en casa. No sé en qué momento ni de dónde apareció, pero se quedará acá ordenando todo mientras papá y yo regresamos. La torta que hemos comprado me gusta. Creo que es de zanahoria. Hemos vuelto a casa y todo está listo. Los amigos de papá empiezan a llegar y yo no conozco a ninguno, o por lo menos no me acuerdo de conocerlos. Igual no me importan mucho. Solo me acuerdo de una señora que me regala una sudadera con un ratón dibujado en el saco y me gusta mucho. También recuerdo cuando mis hermanas entran a casa. Se ven sorprendidas. No saben porque hay tanta gente ni que están haciendo acá. Creo que mamá les ofrece un poco de torta. No me acuerdo de nada más.

sábado, 9 de mayo de 2009

Hace un par de días estuve averiguando chismes de las estrellas de Hollywood, y me enteré de que Angelina se separa de Brad porque lo encontró haciéndole un inofensivo masaje a la niñera. Sí, el masaje era inofensivo, lo que era ofensivo era que Brad estaba sin ropa. Para completar la metida de pata, este hombre se estuvo viendo con Jennifer, su ex. Brad y Angelina habían adoptado tres niños y tuvieron otros tres. Total, seis hijos por los que Angelina le daría a Brad 9 millos de dólares para tener la custodia.
De lo anterior concluyo varias cosas:
1. Si a Angelina, que es la viaja mas buena de Hollywood le ponen los cachos, las demás no podemos esperar nada.
2. Si un man tan bueno como Brad, me pusiera atención, no me importaría que me pusiera cachos y no lo dejaría por eso.
3. Si yo hubiera sido la niñera, también habría arriesgado mi trabajo por un masaje.
4. Si yo fuera Angelina… lo perdonaría, lo perdonaría, lo perdonaría!!!
5. Si yo fuera Jennifer, seguiría siendo tan centrada como ella para poder seguir saliendo con mis ex (sobre todo con los que estén así de churros)
6. El plan “alquiler de niños” suena bastante interesante. Un día decides que tener un niño es lindo, lo llevas a vivir a tu casa, lo dejas todo el día con la niñera, y si de repente te da un ataque maternal, tienes con quien desahogarlo. Genial! Adoptaré esa idea de adoptar niños y dejarlos con una niñera, eso sí, que no esté buena.
A veces me entran esas ganas de escribir así no sepa de qué. A mí me habría gustado! Claramente me habría gustado ser escritora, cantante, bailarina actriz o fotógrafa, pero cuando no se tiene el talento, no se tiene la oportunidad o no se tienen las agallas para mandarse de cabeza y ser capaz de enfrentarse a un posible fracaso, la vaina simplemente no funciona.
Mi problema es que no quiero problemas. Eso reduce considerablemente mis posibilidades de éxito. Quisiera que todo fuera fácil y no tener que esforzarme demasiado para ser exitosa. Obviamente el primer punto me anula el segundo. Claro a mí. No es una regla general, pero aplica para algunos tercermundistas como yo, que nacimos en el país del sagrado corazón donde todo se lucha y todo se sufre, y como yo no quiero ni luchar ni sufrir, sino que todo me caiga como del cielo, el encuentro con lo que sería mi vida perfecta resulta improbable. Ahora he aquí la gran contradicción; Yo quisiera ser mas inteligente, tener mas dinero, ser mas bonita y estar perdidamente enamorada de algún chico super guapo que este perdidamente enamorado de mí, pero no quiero esforzarme para tener todo eso. Si no me esfuerzo no tendré todo lo que quiero para que mi vida sea perfecta, pero si me esfuerzo, mi vida no sería perfecta porque estaría esforzándome. ¿Y ahora?

jueves, 31 de julio de 2008

¿Sube? y Baja


El sube y baja no se detiene y yo prefiero cerrar los ojos para no saber cuantas veces sube o baja o espera. Pero siempre que baja deja una huella en el suelo y cuando sube puedo sentir el aire fresco en mi rostro. Un día cualquiera la curiosidad me invade obligándome a ver las marcas en el suelo y descubro con asombro que hay más de las que me imaginaba. No he sentido el aire tantas veces como huellas veo en el piso. Parece que hubiera bajado más veces de las que he estado arriba aunque esto no debería posible. Creo que empiezo a olvidar como caer de pie así que me golpeo una y otra vez, cada vez con más fuerza. Tengo la esperanza de rebotar y regresar al aire alguna vez. ¿Por qué si todo lo que sube tiene que caer, tolo lo que cae no tiene que subir? Intento restarle importancia a mi propio juego y vuelvo a cerrar los ojos tratando de convencerme de que no me importa en que parte me encuentro. Solo ocasionalmente los abro y lo extraño es que siempre lo hago cuando estoy abajo. No he podido saber como se ve el mundo desde arriba.

miércoles, 25 de junio de 2008

Medellín-Bogotá

Deben ser menos de la las diez de la noche. Inusualmente temprano para uno de mis viajes por tierra Medellín-Bogotá. Compro el tiquete a una empresa por la que no acostumbro viajar debido a su costo, pero esta vez, las otras han subido y esta ha bajado quedando todas al mismo precio. El horario de esta me favorece. Mi llegada temprano al terminal se debe a que un par de amigos me acompañarían, siempre y cuando fuera a esta hora. El tiquete que me vendieron es el de más adelante. Nunca me ha atraído ese puesto, aunque ahora encuentro muchas ventajas en el, por ejemplo, que no habrá quien recueste su asiento sobre mí, a demás yo podré estirar mis piernas lo que me plazca. Al subir al bus descubro con agrado a un hombre sentado en la ventana al lado del que sería mi lugar. Siempre he preferido la ventana. Me tomo la molestia de confirmar que él esté sentado en el lugar correcto. Mi boleto dice puesto tres. El aviso dice: 3P 4V. En efecto me toca el pasillo y a él la ventana. Al final no me incomoda tanto. Él me agrada. Tiene pelo largo y brazos y piernas peludos. Esta descalzo con sus pies sobre el vidrio que separa la cabina del conductor con los puestos de pasajeros. Ni sus pies ni sus manos son grandes. No debe ser muy alto. Me gustaría que lo fuera. Tengo algo de equipaje de mano. Lo pongo arriba al lado una guitarra que evidentemente es de él. Me ha mirado. Noto que también a él le grada que sea yo quien vaya sentada a su lado. Un momento después entra una vendedora ambulante. Me pone un paquete de papas fritas en las rodillas. Reacciono con sorpresa. La vendedora se excusa. Él se ríe. Yo sonrío. Lo miro en el reflejo del vidrio. Imagino que también él me mira. La vendedora se va y se lleva el paquete. El bus arranca. Han puesto una película. Afortunadamente no me interesa verla porque desde mi puesto resulta bastante incómodo mirar la pantalla. Trato de dormir. Es difícil. Me empieza a doler la cabeza. Me arrepiento de no haber traído analgésicos ni agua a la mano. El volumen de la película está bastante fuerte. Por fin se acaba. He girado mi cabeza hacia la ventana tratando de estar más cómoda. Un momento después él se gira hacia mí. Actúa como si estuviera dormido pero no lo está. Casi recuesta su cabeza sobre la mía. Tengo su pelo en mi cara. Intento olvidar mi dolor de cabeza y por momentos lo logro. Agarro fuerte mi pierna para comprobar que no puedo tener dos dolores a la vez. Mientras maltrate otra parte de mi cuerpo, no me dolerá la cabeza. Siento la mano de él tocar mi brazo. Deslizo mi mano hasta la suya. Entonces él la toma y la acaricia. Yo me quedo quieta un momento, luego también acaricio su mano. Unos minutos más tarde mi espalda sufre en esa posición. Quiero sentarme derecha, pero no quiero soltarle la mano. Me aguanto un poco más. Después decido que prefiero estar cómoda así tenga que soltarlo. Me ubico de frente nuevamente. Él se queda con mi mano izquierda, que pasa por encima de mi cuerpo un momento más. Después la suelta. Ahora se recuesta hacia la ventana. Duermo por ratos. A veces es muy intenso el dolor de cabeza. Tengo mareo. Me siento en verdad mal. Vuelvo a dormir y a despertar. El viaje no ha estado tan largo como lo he sentido. Llegamos al terminal y aún falta casi media hora para que sean las seis de la mañana. Mi compañero de puesto está dormido. No quiero despertarlo. Espero que despierte solo, de lo contrarío me sentiré en la obligación de despertarlo. Mientras bajo mi equipaje de mano él despierta. Me alivia que lo haga. No lo miro a los ojos. Imagino que tampoco él a mí, aunque evito su mirada así que no puedo comprobarlo. Bajo del bus y espero mi maleta. Por la ventana lo veo bajar la guitarra. Cuando sale del bus, compruebo que es de baja estatura y descubro que su pelo es más corto de lo que parecía cuando estaba sentado. He perdido cualquier interés. Supongo que él también. Coge su maleta y se va. Lo pierdo de vista. No me ha dicho una sola palabra en ningún momento. Llamo para que me recojan. No me he preocupado por conocer su voz. Es como si nunca hubiéramos juntado nuestras manos, pero sé que él tampoco lo olvida. Llegan a recogerme. No lo veo más.

domingo, 15 de junio de 2008

Todo un tema

Desde hace varios días he tenido muchas ganas de escribir, alguna cosa, no importa qué. Entonces salgo de casa y varios sucesos en el día parecen ser un buen motivo para escribir, pero cuando regreso y enciendo el computador, la imaginación parece desaparecer. Por más que trato de acordarme, no logro traer a mi mente aquella buena idea que tuve mientras cruzaba el puente camino a la universidad o mientras tomaba un tinto en la cafetería. Esas buenas ideas por lo general resultan de experiencias personales o de gente cercana y muy rara vez son producto total de la imaginación. Así que me pregunto como hace Ángeles Mastreta para escribir todo un libro de ‘maridos’ ficticios, o si acaso es posible que hayan sido reales... bah! No creo que lo sean, así como tampoco creo que Benedetti haya quedado viudo tantas veces como cuentos sobre eso ha escrito.

Pero yo sigo pegada a mi parte de realidad, a mi personaje en el cuento. Me cuesta trabajo innovar, arriesgarme. Hace un par de semanas, cuando mi hermana y yo tomábamos en un restaurante un delicioso yogurt de maracuyá y fresa (que por cierto me lo había dado a probar mi hermano meses antes, y que yo con mi cara de incredulidad frente a tal revuelto finalmente había accedido a tomar) le comentaba a ella la admiración que profeso a la gente arriesgada, pues yo jamás habría mezclado tales frutas, de hecho, ni siquiera habría tenido el valor de probarlas de no ser por mi hermano, y hay que ver del manjar del que me habría privado!

Yo mientras tanto sigo buscando un tema para escribir y preguntándome si en realidad es posible que a Ortuño su padre le rentara un puta cuando tenía nueve años, o si era cierto que la tía de Cortázar tenía miedo de caerse de espaldas.