domingo, 15 de junio de 2008

Arte Culinario

A los ocho años Shneyder descubre que es mejor cocinero que su madre. Tras quedarse solo en casa con su padre, quien al ver al niño con hambre, le entrega total autonomía para realizar labores culinarias, Shneyder toma el tarro de café y lee atentamente las instrucciones de preparación. Calienta la leche, le agrega una cucharada de café y tres de azúcar. Después de mezclar bien, prueba el café más rico que ha tomado en su existencia y le surgen serias dudas a cerca de este fenómeno ¿por qué su café sabe mejor que el de su madre? Así que se da unos días para degustar un par de veces más el café de su madre antes de hacerle la intrépida pregunta, a lo que la madre le contesta con la mayor naturalidad –como si acaso fuera natural- que la diferencia es que ella rebaja la leche con agua. ¡¿Con agua?! No es posible! ¡Una y otra vez no es posible! Desde entonces Shneyder se convierte en un gran catador, no digamos de café, mas bien de leche, y es perfectamente capaz de notar cuando ha sido rendida con agua. Así que durante los diez años siguientes, la lucha ha sido de la madre tratando de convencerle de que ya no lo pone agua, pero no hay caso. Con solo probar un poco, Shneyder descubre la mentira y de nuevo deja el café servido en la mesa. Pasado este tiempo, Shneyder debe abandonar su casa y solo entonces descubre el alto costo de la leche. Por primera vez no le resulta tan mala idea mezclarla con un poco de agua. Nunca más dejó servido el café en casa de su madre. Ahora tiene 26 años y ha vuelto a entrar a la cocina. Esta vez; ensalada de frutas. El secreto: crema de leche con azúcar y maní salado.

1 comentario:

Josefa dijo...

Genial! esto debe leerlo Shneyder.... se va a reir por semanas